Aquí está Cruz Azul, aquí está el poder de La Máquina, un equipo que cree en su capacidad y que demuestra en el campo porque es uno de los candidatos a pelear por el título. En el día que se medía a un rival con el mismo empaque, salió con el puño en alto, doblegó a Monterrey por 2-0, pero con eso le basta para igualar en puntos con Toluca (que juega este domingo) y con Tigres, está por encima de América y Rayados y a dos jornadas del final tiene el liderato en mente.
Lo que se esperaba como un duelo de titanes cumplió con las expectativas, pero hay que decir que fue un encuentro que se convirtió en uno o dos más.
El mano a mano entre dos equipos con semejante calidad fue también una batalla física y estratégica. Rayados no se escondió en CU, salió con varias de sus armas a afrontar el partido. Mientras Cruz Azul hizo lo propio, aunque Piovi se quedó fuera por una sobrecarga y Bogusz por una amigdalitis, el que entró en el once de últimas fue Chiquete Orozco y su impacto fue clave.
Monterrey compitió con buen cuerpo, tenía la pelota el equipo de Torrent y La Máquina tomaba sus recaudos, consciente de que enfrente había dinamita. Los regiomontanos son un equipo bien estructurado y eso a los celestes les complicó mucho en sus transiciones en la última zona. Hasta aquí parejo el partido en sus primeros 20 minutos.
Luego vino otro juego, cuando Oliver Torres se fue expulsado por una fuerte entrada sobre Paradela que fue revisada en el VAR y el árbitro, Daniel Quintero, mandó al español a los vestuarios. Un escenario ideal para La Máquina que tenía que dar un paso al frente por convicción y obligación.
Lo trató el cuadro celeste, pero Monterrey no se amilanó, mantuvo el bloque compacto y cerró muy bien los espacios. No había esa chispa de desequilibrio en el cuadro celeste hasta que vino una acción que sorprendió a todos.
Chiquete (quien fue el relevo de Piovi) probó desde fuera del área, una alternativa poco usada hasta entonces, el zaguero se aprovechó de que Canales no apretó con intensidad y sacó una raya con la pierna izquierda, la pelota entró como en una mesa de billar, pegadita al palo izquierdo de Luis Cárdenas, justo al 44’, cuando Rayados ya veía la luz del entretiempo.
Aunque en la compensación hubo un par de emociones que tampoco se habían visto. Berterame acarició el empate con una media vuelta que fue desviada por la defensa. Y en una transición vertiginosa Rotondi disparó cruzado, pero ahora la bola se fue mordiendo el palo.
Tercer juego
Tras el paso por vestuarios vino otro partido, uno en el que Monterrey necesitaba dar ese paso adelante; mientras Cruz Azul no podía confiarse de su ventaja, era el momento para dar un golpe de autoridad y avisar que es un firme candidato.
Larcamón fue el primero en mover sus piezas, Campos por Rotondi y Rivero por Faravelli. Torrent se mantuvo con lo mismo. Sí, Cruz Azul fue un poco más agresivo, no podía refugiarse en un gol y tenía que explotar ese hombre extra.
De nuevo Berterame se quedó cerca cuando robó la pelota, pero Mier evitó la igualada, y el arquero colombiano se lució de inmediato al atajar un tiro de media distancia.
Se hizo adulto el partido, a Monterrey no le dio la gasolina y Cruz Azul no perdió el fuelle en defensa y entendió que lo mejor era tener el balón lejos de su área para no sufrir. Y en tiempo de compensación Sepúlveda marcó el segundo y liquidó a Rayados.
Aquí está La Máquina, haciendo válida su candidatura y el que se resista a ello que nada más mire que ya le ganó a Toluca, al América, al Monterrey y que empató con Tigres en condición de visitante. A Rayados no le alcanza con su constelación de estrellas, cuando pierde una, es un equipo muy terrenal.
